Al caer la tarde una mujer recorre el sendero bajo la frecuente soledad, guiada por el viento y escuchando los sonidos permanentes de tanto silencio. Llueve en su corazón una cortina de imágenes, el recuerdo de aquel viajero sin tiempo que estacionó su cuerpo durante años ausente de besos. La mirada perdida encuadra las nubes. Ella evoca de memoria las veces que el amor rodaba por la orilla de sus cabellos negros, cuando la espalda cobijaba lunares y unos dedos erizando la cumbre de sus senos. El declive donde todavía no produce simientes y la piel acunando la huella del viajero. Tal vez su paso haya sido un cuento, una historia narrada por el rumor de la brisa o el prólogo de un libro que jamás se editó.
Al caer la tarde, en su frecuente soledad, una mujer recorre el sendero guiada por el viento. Escucha los sonidos dejados por tantos silencios. Mueren los hijos que no tuvo, se extinguen deseos, movimientos. Ella renace amante y libre, sola, frente a la única compañía del mar.©Karina Isabel Roldán
Al caer la tarde, en su frecuente soledad, una mujer recorre el sendero guiada por el viento. Escucha los sonidos dejados por tantos silencios. Mueren los hijos que no tuvo, se extinguen deseos, movimientos. Ella renace amante y libre, sola, frente a la única compañía del mar.©Karina Isabel Roldán